viernes, junio 24, 2005

La madre de todos los laberintos

Maldiciòn. Maldiciòn. Maldiciòn, maldiciòn. Llevo dos horas sentado en las escaleras de la estaciòn Santa Lucia en Venecia y mi host, Piero, no aparece.

Y esta cada vez mas oscuro y lo unico que oigo es a gringos jovenes californianos que alegan, Oh, dude, ya no quedan habitaciones en ninguna parte, nos vamos a tener que regresar a, whatever.

Pasada la primera media hora me fui a buscar un locutorio de internet, le pregunté a un gringo que me llevò a un sitio llamado Casanova, con musica de Justin Timberlake y computadores Linux. Espero que no te complique, suerte. 2,5 euros por cada 15 minutos.

Pero nada, y volvi a las escaleras y paso el tiempo y al lado mio unas turistas jovenes hacen ruidos raros y se rien y yo no le veo la gracia a esto de quedarme plantado sin lugar donde dormir en una ciudad que por las noches se inunda.

Me dan ganas de decirles que me han ofrecido quedarme en Venecia gratis, a lo mas supongo tal vez a cambio de unos pocos favores sexuales que no deberian llegar a comprometer demasiado mi dignidad.

O sea, la hospitalidad asi por que si a desconocidos como que es una cosa exclusiva de los esquimales, no?

Piero me dijo que tenia unas habitaciones para huespedes en un sitio centrico y yo me considere afortunado.

Pero luego me dijo que atractivo él no era, y aqui me tienen tratando de hacer contacto visual con todos los feos que pasean por aca. Y es que hay feos muy feos. Y contrasta mucho con la gente bonita que aca abunda.

Piero me dejo un telefono, pero cada vez que llamo me dice la maquina que ese telefono no existe.

Y voy al Casanova otra vez y gasto otros 2,5 euros y nada.

Como me ven con la mochila, me hacen ofertas. 40 euros la pocilga. Pero aun no pierdo la fe.

Y se me ocurre una posibilidad, busco a un italiano y le pregunto, estaba en lo cierto.

El prefijo no es necesario, estaba de mas y el idiota soy yo esta vez.

Llamo de nuevo con la moneda porfiada, Piero contesta, me da las indicaciones, cruza el puente, a la segunda a la izquierda y luego a la derecha y hay un patio y hay un puente y luego otro y gira en torno a la iglesia y pasa bajo el arco y metete por el callejon y llegas a la basilica del frari y buscas un restoran chino y ahi me vuelves a llamar.

Uf.

Pesa la mochila y yo perdido en esta ciudad que es un laberinto enorme y le pregunto a una mujer y luego a un caballero y me siento como en un cuento de Borges y no se que tan segura es Venecia de noche, y no se que clase de sujeto es Piero, y a medida que me acerco me acuerdo de lo que lei de los Borgia y pienso que igual hay gente perversa en el mundo y sin embargo en este momento lo que me da mas miedo no es ir al encuentro de un sicopata, sino que de tan debil que estoy mis huesos finalmente cedan bajo el peso de la mochila y se me rompan las claviculas y quede aqui tirado en el suelo de alguna callejuela veneciana sin posibilidad de apretar el boton de Reset y empezar de nuevo.